domingo, 13 de noviembre de 2011

Tokio blues | Haruki Murakami


Este es un imprescindible por el que no había parado. Los últimos años los he pasado oyendo hablar de Murakami, de su obra, de su arte, de su talento. Se dice su nombre entre los favoritos cada que está por entregarse el Nobel. Es un superventas y, a pesar de eso, la crítica lo respeta. Así pues, siendo que ya era hora de que nos encontráramos por la vida, me dispuse a leer Tokio blues, quizá la más elogiada de sus obras.

Si los temas principales de la literatura a través de la historia son dos eros y tanatos, en este caso la dupla es más que evidente: el amor y la muerte. Amor y muerte en sus representaciones más viscerales. El sexo y el suicidio son los dos engranajes que mueven el libro. Un libro que incluso sin sexo y sin suicidio sería estupendo en cuando al tono que se oye mientras se le lee.

Watanabe es el protagonista y es un estupendo protagonista. Define el concepto de "buen tipo". Hay algunos otros personajes entrañables, para mí el que más Tropa de Asalto que sólo aparece en una sección corta del libro, pero que Watanabe recuerda constantemente con cariño y el lector también lo hace. También es un gran personaje el viejo enfermo que convive solo una tarde de su vida con Watanabe, este viejo es un personaje estupendo que da lugar a uno de los mejores capítulos de libro. Sin embargo, el libro entero es Watanabe, sus acciones, sus amores, sus pérdidas, su ser buen tipo simplemente.

Si hacemos caso de Murakami, a mí me parece claro que Japón está poblado de tipos estupendos y mujeres que no valen tres pesos. Caprichosas, inestables o intensas, las mujeres de Tokio blues se quedan lejos de los hombres. Son un mal necesario para la ficción (y para que haya tanto sexo y tanto suicidio, también).

La música en el libro es un tema recurrente. Comenzando por el título original del mismo Norwegian wood que es un tema de los Beatles (¿de dónde habrá salido la idea de traducirlo comoTokio blues?) y siguiendo por una larga lista de canciones que acompañan todo el relato musicalizándolo constantemente.

Ahora bien, ¿es este el mejor autor que he leído? Hombre, no seamos drásticos, eso es preguntar demasiado. ¿Es uno de los mejores? Tampoco lo sé. ¿Disfruté la lectura? Sí, casi todo el tiempo. ¿Está bien escrito? Estupendamente bien escrito, en esto no tengo duda, insisto en que el tono del libro es perfecto, sin agujeros, sin paréntesis. Parece una canción de fondo que suena casi sin que la notes, pero que acompaña todo el tiempo.

La lectura de este libro tuvo un pro enorme: las notas del lector anterior, el viajero, el que leyó a Murakami durante su viaje a Japón y sabiendo que yo sería la próxima lectora del libro, fue haciendo para mí anotaciones en cartoncillo, como a él le gusta. Así la lectura tuvo un doble sabor, el de Watanabe y el del viajero. Dos buenos tipos, para más decir. Leer así fue una gozada.

viernes, 14 de octubre de 2011

Persépolis | Marjane Satrapi


Estupenda. Disfruté muchísimo esta lectura. Amena, divertida, educativa... No sé por qué la leí hasta ahora.

Marjane Satrapi escribe y dibuja su propia vida abarcando el periodo de los diez a los veinticuatro años. Esto se vuelve especialmente interesante considerando que Satrapi es iraní y vivió la guerra inacabable (o el inacabable periodo de guerras yuxtapuestas) en que ha estado metido su país durante esos años. La llegada del velo obligatorio, la victoria de la revolución, la desilusión de la victoria, la teocracia, las prohibiciones de alcohol, maquillaje y música occidental, los bombardeos de Iraq, la aparición de las barbas como símbolo del poder de los guardianes del orden... y enfrentándose a todas estas realidades, la violación de las normas en la casa propia y en pequeños grupos sociales, símbolo de resistencia de un país oprimido una y otra vez.

El libro en español está presentado como Persépolis, su edición en inglés, en cambio, aparece como The complete Persepolis, mejor título, dado que en realidad el que yo leí es la unión de los cuatro libros que comprenden la serie. El primero, el segundo y el cuarto se desarrollan en Teherán, el tercero ocurre en Viena. Cuatro libros diferentes, cuatro edades diferentes, una misma protagonista, Marjane Satrapi, dispuesta a reírse de sí misma mientras le presenta al mundo la realidad de su país. Un estupendo ejercicio de autoficción. Me encantó.

martes, 11 de octubre de 2011

Pobre patria mía | Pedro Ángel Palou


El día que presenté mi examen profesional en la universidad, una amiga me regaló un librito; uno que yo nunca hubiera comprado, pero como siempre que me regalan un librito, me dispuse a leerlo y disfrutarlo en la medida en la que pudiera leerlo y disfrutarlo. El libro era Memoria de los días y el autor Pedro Ángel Palou. Lo leí y no lo disfruté. Lo único que recuerdo de mi lectura de aquel libro es a mí misma, dentro de un auto apagado, con la luz del conductor encendida, esperando. Yo, matando la espera con el libro en las manos y muriéndome de aburrimiento, temo que más por lo que leía que por lo que esperaba... El libro me pareció malísimo y hoy en día no recuerdo nada de él, solo ese breve momento de mi desesperación, del auto apagado, de la espera y de la lectura a disgusto. No mucho tiempo después, la misma amiga que me lo regaló me lo pidió prestado para releerlo por lo mucho que le había gustado, yo se lo presté y pensé que nunca lo había devuelto, tan poco era mi interés; pero hace unos días me sorprendió verlo de vuelta en mi librero. No sé cuándo lo devolvió, no tengo guardada esa información, sin duda lo referente a ese libro lo tengo un poco bloqueado...

Pasados seis años de mi examen profesional, llegó a mis manos (con motivo del famoso bicentenario) la novela Pobre patria mía del mismo autor. Fue un préstamo bienintencionado de un simpatizante de Porfirio Díaz que me invitaba a leer a Díaz mediado por la prosa de Palou. Agradecí enormemente y archivé malamente. Pasó el año, llegó el bicentenario más uno y como era septiembre y septiembre es mes de la patria y a la patria hay que quererla y honrarla y hasta dedicarle, de vez en cuando, contadas horas de lectura, busqué el libro y sí, vivan los héroes que nos dieron patria, lo empecé a leer.

El bajo título dice La novela de Porfirio Díaz, ese es el primer gran fallo del libro, que no me parece la novela de Porfirio Díaz, sino una novela de Porfirio Díaz. El cambio del artículo determinado por un indeterminado le quitaría pretensión y el descalabro sería menor.

Pobre patria mía es la crónica de la vida de Porfirio Díaz desde su exilio, el 31 de mayo de 1911, hasta su muerte, el 2 de julio de 1915. Para mi mayor sorpresa, a pesar de su autor, la novela es buena. Buena con bemoles, pues le sobran un prólogo insoportable y un epílogo insoportable. El prólogo es un insufrible golpeteo de pecho de Porfirio Díaz: "Soy un fantasma de piedra, una roca invisible, aunque maciza. Estoy hecho de cantera verde. De la tierra que forma los montes de Oaxaca" y tres páginas más de pesadeces así. El epílogo creo que es peor, pues ya habiendo el autor contado todo lo que quería contar y sabiendo que llegaste hasta el final, se da el gusto de ser aun más insufrible. Ya lo leíste, ya no tiene nada que perder y por eso regala cuatro páginas del siguiente tono: "Yo, el olvidado, no he podido olvidar. Aquí sigo, deambulando, atado a la memoria, como un lastre que no me deja ir, escapar del todo. Soy prisionero de mis recuerdos". Sí, sabe que a estas alturas el lector es prisionero de su narrativa y que esta es como un lastre que no lo deja ir, escapar del todo.

Mi mayor duda surge de cuestionarme la necesidad de incluir estas dos partes en un libro que estaba aceptablemente bueno sin ellas. ¿Qué tentación no pudo resistir Palou? Ya estaba sumamente elogiada la memoria del dictador... no había necesidad de oír sus lamentos ni sus buenas intenciones. Tampoco puede ser que sintiera un deseo irrefrenable de hacer hablar al Pepito Grillo que vivía dentro de la conciencia de Díaz, pues las 160 páginas que hay de medio entre prólogo y epílogo las narra Díaz. Le dio voz a Díaz y lo hizo con bastante éxito, ¿qué falta hacían los discursos justificantes? Ay, si algún día conozco a Palou se lo preguntaré...

Me gusta de la narración el personaje de Carmelita (su esposa muchísimos años menor que él), su absoluta entrega a Díaz y su absoluta inconsciencia la mitad de las veces. Me encantó el pasaje de los dos viajando por Egipto (lo único que sucede fuera de Europa) y Porfirio sufriendo la juventud de Carmelita y sus ganas de paseo y turismo, él ya no está para esos trotes y solo quiere quedarse en su habitación. Me gustan también las menciones a sus otras dos mujeres: Petrona, la india oaxaqueña, y Delfina, la que vio morir a casi todos sus hijos al nacer. Me gusta lo poco que vemos de sus hijos. Me gusta la no tan velada lección de historia que nos propone el libro.

Es un libro solo para septiembre, solo para los días patrios, pero en septiembre y en días patrios sí lo recomiendo, muy a pesar del bodrio-prólogo y del bodrio-epílogo, por otra parte, prescindibles para el entendimiento de la novela.

sábado, 8 de octubre de 2011

El mundo sin las personas que lo afean y lo arruinan | Patricio Pron


Es un libro de cuentos. Cuando se está hablando de un libro de cuentos todo se ve distinto, todo se hace distinto, el acercamiento al libro es forzosamente distinto. El ejercicio de lectura es otro que el de la novela: encaríñate con un personaje, entiende a un personaje, convive con un personaje y luego déjalo ir, son muy pocas páginas para enamorarte. Es lo grato en lo efímero. Leer un libro de cuentos es bueno de vez en cuando. Más allá del debate cien veces comenzado, nunca terminado, de si el cuento es o no un género menor dentro de la literatura, lo que yo tengo claro es que tu relación con el libro que lees se vuelve más laxa y yo lo disfruto muchísimo.

Cuando leo libros de cuentos me doy el gustito de leer en desorden. Empiezo por donde se empieza, pero luego me voy dejando llevar por los títulos que más me gustan. También leo a placer dependiendo del tiempo con el que sé que cuento, ahora puedo el de dieciocho páginas, ahora el de siete, mañana a la una podré el de veinticinco... Por eso otorgo un nuevo orden al libro y también eso me gusta. Lo malo es que voy dejando siempre para el final el cuento que menos me conquista en los preliminares, entonces además de ser ese el último que leo, también es en el que más demoro. En este caso fue "Es el realismo".

El mundo sin las personas que lo afean y lo arruinan se compone de diecisiete cuentos y una "Contribución breve a un diccionario biográfico del expresionismo". El más largo de los cuentos es de 34 páginas, los más cortos son de seis páginas y son cuatro. Entre estos últimos está el que da nombre al volumen de cuentos. El libro de Patricio Pron (de título inmejorable) es muy bueno, el argentino sabe escribir. Me gustaron mucho: "Las ideas", "El viaje", "Tu madre bajo la nevada sin mirar atrás", "El mecanismo de la historia", "Los peces y las montañas". Me gustaron excepcionalmente: "Abejas" y "El corte". Este último es, creo, mi favorito; es también el cuento que cierra el libro. Los demás me parecen entre aceptables y buenos, exceptuando aquí el pretencioso "Dos huérfanos" que es malo y cursi. Me confunde un poco que no se haya decidido entre publicar "Es el realismo" y "El estatuto particular" pues me parecen el mismo cuento contado dos veces. Finalmente, para aquellos que no son investigadores interesados en el expresionismo alemán, propongo que sin miramientos ni reproches se salten la "Contribución breve..." que contribuye mucho pero que no es tan breve y rompe con la cadencia de los cuentos. En definitiva, me apetece seguir leyendo a Pron.

No me gusta citar lo que dice en las contraportadas de los libros, creo que es el quehacer habitual del crítico farsante que no lee lo que critica... pero pido permiso y perdón, pues esta vez -y por razones muy personales- estoy a punto de hacerlo:
"Uno no termina con la nariz rota por escribir mal; al contrario, escribimos porque nos hemos roto la nariz y no tenemos ningún lugar al que ir", afirmó Anton Chéjov en cierta ocasión. En otra parte, sobre la génesis de El mundo sin las personas que lo afean y lo arruinan, Patricio Pron sostuvo: "Allí, en Alemania, yo tenía la nariz rota y ningún lugar al que ir."

Yo no tuve la nariz rota y tenía muchos lugares a los cuales ir y a los cuales volver, pero los años que viví en Alemania viví esos inviernos demoledores que te dejan, como a Chéjov y a Pron, con una pluma en una mano y una libreta en el regazo... Ese frío terrible lleno de blanco y de silencio se lee constantemente en los cuentos de este libro y es un frío que, en la inmejorable calidez de mi casa, me gustó revivir.

Nacido en 75, Patricio Pron es uno de los ocho escritores argentinos de la lista de Granta. Creo que Pron da para mucho.

lunes, 8 de agosto de 2011

Testamento mortal | Donna Leon


Ya sé que esto no es literatura, sino mero divertimento. Igual quiero comentarlo porque lo estuve leyendo.

El commissario Brunetti es un viejo conocido. Viajé en papel por Venecia muchos años antes de haberlo hecho con mis propios pies. Los tres libros de la serie detectivesca de Donna Leon que había leído fueron antes de que conociera Venecia hace dos años. Leer las historias de Brunetti antes de Venecia fue un acierto, leerlas después de Venecia no lo sé, dejo este punto pendiente.

Testamento mortal es la novela número veinte (sí, veinte, una por año empezando en 1992) de Donna Leon en la que su protagonista, Guido Brunetti, resuelve crímenes en Venecia. Los tres que había leído antes no fueron el uno el dos y el tres, no; fueron algo así como el uno, el tres y el once. En ellos la novela facilona resultaba muy entretenida, sobre todo por la novedad de un detective que resuelve entuertos montado en un vaporetto por los canales de la ciudad, de un detective que está hasta el copete de tanto turismo y cuya esposa da clases de literatura en la universidad y también da sermones de cocina en la mesa familiar. Vaya, en los tres libros que recuerdo Brunetti me caía bien. En este libro, lo siento, lo hemos perdido. Ni siquiera como facilona policiaca entretenida queda bien el libro. Me parece que la señora Leon ya se hartó de su personaje y no me extraña, veinte años de vivir creándole una vida debe dejarte exhausto.

El libro es cursilísimo, la prosa del libro es sumamente cursi, los diálogos son cursis también. Yo no recuedo de los antiguos que fueran tan cursis, sí cursis (cierto grado de cursilería lo tolero sonriente) pero no tan cursis (a partir de cierto grado, la cursilería me parece insoportable). Una cena con su familia, una y los diálogos te hacen querer tirar el libro por la ventana (padre petulante, madre petulante, hija petulante, hijo mudo).

Cuando lees una serie de novelas hay cosas que esperas ver repetidas; vaya, creo que por eso repites en los libros subsiguientes. Aquí me decepcionaron algunos cambios: Leon le quitó a la secretaria, la signorina Elettra, su juventud y provocación, pum, listo, ya no lo tiene; también quitó la pesadez del teniente Scarpa, cuya tensión con el protagonista le daba sabor a sus novelas; los turistas tampoco figuran, no es la atiborrada Venecia que yo conocí en sus páginas ni es la atiborrada Venecia que yo conocí en Venecia, ese personaje repetitivo y entorpecedor, el turismo, también desaparece. Pero el problema principal es que el argumento -¡ay, el argumento!- no va para ningún lado, como si a medio camino hubiera cambiado de plan y se le olvidó dar alguna razón por la cual el protagonista deja las líneas de investigación que antes seguía. No, Donna Leon, muy mal, muy mal. El libro no llega a categoría churrazo, los otros tres que leí sí fueron categoría churrazo y yo a veces tengo ganas de leer un buen churrazo. Este hasta como churrazo fracasa en rotundo. Propongo que Donna Leon viva de sus regalías y descanse unos años.

Quizá leer Testamento mortal sea un acierto para quien no se perdió Muerte en la Fenice, Muerte en un país extraño, Vestido para la muerte (es un poco repetitiva la señora, o al menos los traductores que retitulan sus obras), Muerte y juicio (ehem), Aqua alta (ya no podían seguir), Mientras dormían, Nobleza obliga, El peor remedio, Amigos en las altas esferas, Un mar de problemas, Malas artes, Justicia uniforme, Pruebas falsas, Piedras ensangrentadas, Veneno de cristal, Líbranos del bien, La chica de sus sueños, La otra cara de la verdad y Cuestión de fe. Creo que para quienes no nos leímos todos, simplemente no es bueno. No me queda mucho más por decir.

Si Donna Leon no estaba aburrida al escribir esta historia, sin duda lo parece. Yo estuve aburrida al leerla. Lástima.

miércoles, 3 de agosto de 2011

La cena | Herman Koch


Lo leí en cuarenta horas. No. Falsedad sintáctica. Lo leí dentro de un periodo de cuarenta horas. Quiero decir, del minuto en que empecé a leerlo al minuto en que terminé de leerlo pasaron cerca de cuarenta horas. Dentro de esas horas estuvieron las casi trescientas páginas del libro, dos noches con sus educadas horas de sueño, una boda y una fiesta. De tal forma que sumando todos los ratitos de lectura fueron muchas menos horas. La cuestión es que fue uno de esos libros que quieres aprovechar el momento, aunque no tengas más que dos minutos y medio disponibles, los aprovechas en disponerlos.

Casi no me atrevo a comentar nada del libro porque es de esos libros que no deben comentarse so riesgo de arruinar todo lo que el libro tiene de interesante. Quizá solo diré que el tiempo de la ficción es el tiempo que pasan los personajes cenando juntos y que el lugar de la ficción es un restaurante de lujo y que los que cenan son cuatro, dos parejas, dos hermanos y sus dos mujeres. Diré también que como en toda cena familiar hay más cuestiones que las aparentes en un principio y que como en toda cena familiar hay muchos ires y venires en las emociones.

Fue un libro entretenido, comercial, fácil y ligero; pero de entre los libros entretenidos, comerciales, fáciles y ligeros, este es una buena opción para dedicarle unos cuantos ratitos en el lapso de cuarenta horas de un fin de semana; entretenerse leyendo y entretenerse pensando en los debates que Koch enuncia y deja así, sin ver, casi como diciendo yo no he sido...

lunes, 1 de agosto de 2011

Diablo Guardián | Xavier Velasco


Muchísimo por decir... casi todo lo dejaré por el camino. No por falta de ganas ni por falta de tiempo, sino por hacer un ejercicio de congruencia. Considero que el libro de Velasco es una maravilla, pero me parece que le sobran cien o ciento cincuenta páginas a la mitad del texto. En eso consiste mi ejercicio de congruencia, en evitar el palabrerío que evitó evitar Xavier Velasco. Vayamos por partes.

Uno de mis maestros de la universidad insistía que el Quijote era uno de los libros más citados y menos leídos de la literatura en nuestro idioma. Siempre he creído fielmente esa tesis. Yo una vez me arranqué con fuerza para devorarlo y ser de la minoría que sí lo había leído. Ávida de buena literatura vieja llegué al capítulo treinta y ocho del libro primero y me enamoré del capítulo. Me detuve para reflexionar mi enamoramiento por un capítulo de un libro clásico... El libro quedó interrumpido y años después sigue en el mismo estado. No volví, no me dio la gana y acepté que mis probabilidades de seguir siendo de la mayoría (no lectora) del Quijote se habían de mantener. Ahora guardo un enorme cariño por ese capítulo que interrumpió (no sé si para siempre) la lectura de la novela.

Cuando comencé con Diablo Guardián también tuve una interrupción (viaje súbito, libro de aeropuerto, Pig y Violetta descansando en mi casa vacía, en mi buró paciente) y ese cambio brusco de lectura mantuvo al Diablo Guardián muy cerca de sufrir el fenómeno Quijote: la feliz interrupción. No se me malinterprete, interrumpo libros y los retomo constantemente, pero en este caso retomar el libro me costó unos días, muchos días, de preparación. En el primer momento en que me sentí curiosa por saber cómo seguía, salí volando para buscar la página, exprimir la memoria y reencontrarme con los personajes. La cuestión es que ese primer momento tardó en llegar, tardó tanto que yo ya casi casi le daba carpetazo, pero cuando el momento llegó, lo aproveché. Si hubo una seria posibilidad de dejar Diablo Guardián creo que se debe al fenómeno lagunar que pasa en el libro. Y es que el libro es una gozada. La novela empieza estupendamente bien, sigue así por muchísimas páginas y luego entra en una laguna que es muy larga, muy larga, muy larguísima... si sales de la laguna ya estás limpio, seco y fresco y no cuesta ningún trabajo leer de un tirón las últimas doscientas páginas, se van como agua. El problema son las doscientas páginas enlagunadas.

Sin embargo el libro es bueno, muy largo y muy bueno. Una de las características más lindas del libro es que casi podría citarse a ciegas, me explico, abrir el libro en cualquier tramo, posar los ojos en cualquier punto y leer; la cita, sin duda, sería memorable. El libro es un enorme compendio de frases memorables, algunas que llevan a la risa, otras al enojo, casi todas te llevan, con frenesí, al deseo de leer la siguiente frase. Está bien escrito. Es un libro que aun leyéndolo en silencio, se lee a gritos. Es una novela estruendosa.

Rosalba Rosas Valdivia muere para dejar nacer a Violetta Schmidt. Un personaje inolvidable, una quinceañera, dieciseisañera, diecisieteañera, dieciochoañera, diecinueveañera, veinteañera que no putea ni golfea, sino que bitchea con eventuales mariditos maduritos. Es una transgresora que, a veces, se muere de miedo. Sus aventuras empiezan cuando roba ciento catorce mil seiscientos noventa dólares en unas circunstancias muy peculiares. Violetta R. Schmidt Rosas-Valdivia fue una buena compañía en este julio.

Diablo Guardián ganó el premio Alfaguara de Novela en 2003. Yo estaba fuera de mi casa cuando me enteré que un mexicano lo había ganado. Recuerdo su cara y su torpe entrevista; también recuerdo lo que pensé en ese momento: "Seguro es mejor escritor que orador" en esto tuve muchísima muchísima razón. Hace poco lo oí con una periodista hablando de su última novela (que espera paciente su turno de ser leída). En esta segunda entrevista (ocho años después) ya era otro, era uno nuevo; fue, además, un estupendo orador.

Gracias a mi querida hermana mayor por regalarme el libro. Leer la vida de Violetta de los 15 a los 20 es una estupenda manera de celebrar los 30.

miércoles, 13 de julio de 2011

El ruido de las cosas al caer | Juan Gabriel Vásquez


Leer una novela es navegar en ella. Se trata de meter la cabeza y después de haberse zambullido, gracias al arte de lo escrito, poder respirar perfectamente en ese nuevo mundo en el que estás. Una vez aprendido el arte de respirar el aire de esa novela, volver a la realidad y regresar a la novela se vuelve un mecanismo sencillo, se hace con naturalidad. Estás en la novela, interrumpes y estás en la cocina, terminas en la cocina y estás de vuelta en la novela, interrumpes y duermes la noche a pierna suelta, despiertas y vuelves a la novela. Cuando una novela está bien escrita ir y venir es perfectamente gozable. Este libro es un buen ejemplo de esta condición. Vives un mundo bien creado y sales para vivir tu otro mundo, el habitual, el que tú has hecho para ti. La narración de Juan Gabriel Vásquez es, sin duda, estupenda.

Sin embargo -y este sin embargo es para mí enorme y no consigo pasarlo por alto- una tontera, un descuido, mancha la destacable limpieza del texto. Es una bobada, pero la bobada es lo suficientemente grande como para que de pronto el protagonista deje de ser de carne y hueso para convertirse en un personaje de tinta y papel, hechizo, resultado del hada malvada de la inspiración, pero inverosímil. Los teóricos de la literatura siempre han insistido en el punto de la verosimilitud... y en el asunto del embarazo de Aura, ay, Vásquez pierde en un solo párrafo y de un solo golpe toda la verosimilitud que había trabajado durante las primeras cuarenta páginas. Casi al final del primer capítulo de los seis que componen el libro, Aura, la novia/esposa del protagonista, con seis semanas de embarazo, va -con el protagonista incluido- a realizarse una ecografía, es la primera vez que ven a su bebé y la ginecóloga les dice que mide siete milímetros (aquí no hay ay) y también les dice, ay (gran ay), que es una niña y que está perfectamente sana. Lo de la perfecta salud puedo suponer que se refiere a que está en perfecta salud en relación a lo que se espera de un embrión de seis semanas, es decir, que está implantado en un buen sitio de las paredes uterinas de la madre... pero no puedo pasar por alto lo del sexo de dicho embrión, y no lo puedo pasar por alto debido a que en las siguientes páginas machaca terriblemente con el hecho de que ahí viene su hija, su Leticia, su Leticia hecha y derecha... y lo sabe a las seis semanas... Nada, yo soy exagerada o esto es un milagro médico nunca antes visto: en 1995 una ecografía que revela el sexo del bebé varias semanas antes de que este tome forma. En un ultrasonido, cuando el niño o niña se deja ver, el sexo se sabe alrededor de la semana veinte, repito, de la semana veinte; es decir, catorce semanas después (tres meses después) de lo que estipula el narrador. ¿Que se podría perdonar al autor en caso de no tener hijos? No. ¿Que se le podría perdonar por ser hombre y no tener útero? Tampoco. ¿Que se le podría perdonar porque erró por una cosita de nada? Menos. No lo sé, entiendo que para cualquiera que no sepa nada de bebés o embarazos o ultrasonidos el texto no se le haya arruinado un poquito por culpa de un fallidísimo párrafo en la página cuarenta. Pues felicidades a ellos, los envidio, pero no es mi caso. Sin embargo -y esta vez el sin embargo es para mí pequeño pero muy valioso- el tonto fallo no estropea el resto de la lectura. Vuelves a encariñarte con ellos, con los personajes, con lo humanos que son en función de lo que les está pasando.

La historia detrás de la historia del protagonista de esta novela, es la de una amistad frustrada por el asesinato de un compañero de billar. Los entresijos que sigue el protagonista para conocer la historia de su casi-amigo-ya-no-amigo son fascinantes. La historia vale la pena de ser leída, el tema de los pilotos, el de la droga y el narcotráfico (tratado de manera tan abismalmente distinta de lo que se ha leído en el país en los últimos años), el tema de Colombia en general, Bogotá en particular, el amor, la amistad, el pasado, el presente, el futuro. Al texto de Juan Gabriel Vásquez no le falta nada. La historia está completa y está estupendamente escrita, o mejor, estupendamente murmurada. Es casi perfecta.

No obstante, otra vez fallan los números cuando la niña, Leticia, ya nació. Pues si Aura le avisa de sus seis semanas de embarazo cinco días antes de la navidad de 1995 (pág37) y la ecografía tiene lugar el 21 de diciembre (pág40) y la niña nace en agosto de 1996  (pág64) las matemáticas no cuadran cuando escribe "Un día de 1998, poco después de que terminara el mundial de fútbol en Francia y poco antes de que Leticia cumpliera un año de vida, yo estaba esperando un taxi a la altura del Parque Nacional" (pág68). En fin, además de lo ya citado, encuentro otro fallo también respecto a la edad de Leticia más adelante en la narración, pero por cuestiones del desarrollo de la trama mejor lo dejo en mis apuntes personales y no lo comento en este medio. Vuelvo a lo dicho a finales del párrafo anterior, si no fuera por estos pendientes la historia, además de estupendamente escrita, sería perfecta y no casi perfecta.

El ruido de las cosas al caer ganó el Premio Alfaguara de Novela 2011 y hasta antes de abrir la plica que contenía el nombre del autor la novela llevaba otro título Todos los pilotos muertos... Así que puedo asegurar otra cosa más de Juan Gabriel Vásquez, sin lugar a dudas sabe crear buenos títulos.

lunes, 27 de junio de 2011

Tan cerca de la vida | Santiago Roncagliolo


A finales del año pasado la revista inglesa Granta publicó una lista muy curiosa. La lista habrá entusiasmado a muchos y habrá desencantado a otros, a mí me paralizó. Granta enumeraba a los mejores 22 autores hispanoparlantes menores de 35 años. Claro está, me interesé por la lista y empecé a hojear y a hojear y a sufrir y a sufrir. Al terminar la lista comprobé que de los 22 yo no había leído uno y que de hecho solo dos nombres me resultaban conocidos: un peruano y un argentino. El primero Santiago Roncagliolo (la novela de la que había escuchado se llama Pudor) y el segundo Andrés Neuman (conocía, también de oídas, El viajero del siglo). De los otros veinte autores ni sus luces ni sus sombras. El asunto caló hondo en mi orgullo literario y decidí corregir los números a mi favor. Así que empecé por Roncagliolo (pero no por su obra más conocida, sino por la última publicada) y con ella empiezan mis anotaciones en este blog.

Tan cerca de la vida es un libro de ciencia ficción. Considero que la calidad del libro va de menos a más. Al principio parece un intento aldoushuxleysista por presentarnos un héroe solitario en un mundo comido por máquinas y robots, pero conforme avanza el libro, va enganchándote. Es una de esas historias que sin llegar a apasionarte, entretiene un montón. Mucho sexo, tirando a violento. Un poco tediosa la repetición y repetición y repetición del protagonista respecto a sus dudas sobre quién es y qué se espera de él. Sombras de una relación agonizante con su mujer que lo espera en casa. Toda la historia con el protagonista encerrado en una convención sobre inteligencia artificial en Tokio y su poquísimo contacto humano. Una historia de aislamiento, conflicto y duda.

Sí voy a leer más de Roncagliolo, pues a pesar de las carencias en la historia su redacción es estupendamente limpia. Frases perfectas que da gusto leer y saborear y recordar. Quizá la siguiente novela suya que pase por mi buró será Pudor... pero aún no. Tengo otras cosas pendientes antes de volver al peruano.

Antes de terminar, volviendo al tema de la lista de la que hablaba al principio de esta entrada, es interesante ver el número de autores por nacionalidad. El país hispanoparlante con más escritores en la lista de Granta es Argentina con ocho; luego España seis; Perú dos; Chile dos; Bolivia, Colombia, Uruguay y México uno cada uno. En siguientes entradas varios de los nombres de la lista de Granta irán apareciendo en este blog.

sábado, 25 de junio de 2011

La que lee

Soy mexicana y, contra toda estadística, leo.
A veces mientras me siento un ratito en la terraza.
A veces mientras tomo una cerveza.
A veces mientras persigo un niño (o varios).
A veces mientras se cuece un arroz.
A veces mientras espero...

Soy mexicana, soy joven, soy madre, leo y leo mucho.

Me gusta mi lengua y me encanta leer. La mayoría de los libros que comentaré por aquí habrán sido escritos originalmente en español, aunque de vez en cuando me daré el gusto de saltar a otras esferas. No tolero las malas traducciones. Cuando decido leer algo traducido, me gusta confiar en editoriales que no me han defraudado. Ya iremos viendo lo que llega a mis manos en el futuro.

Aquí iré dejando mis impresiones sobre aquello que leo y si alguien tiene algo que decir, bienvenido.