miércoles, 30 de enero de 2013

HHhH | Laurent Binet


¿Qué hacer cuando es imposible entenderte con el protagónico de tu novela? ¿Cómo tolerar no tener ni un poquitito de empatía con tu personaje central? ¿Qué inventar para poder convivir con él? ¿Cómo vivir con un protagonista que es un cabrón?

¿Cómo pasar el trago de saber que tus otros protagonistas tienen en sus manos una encomienda que exige más valentía que toda la que cabe en el mundo?

Y qué pasa si, además, sabes que absolutamente todo fue real.

HHhH es el inolvidable título del libro. HHhH son las iniciales de una frase en alemán. La H primera es la de Himmler, uno de los jefes del nazismo, para ir a más Heinrich Himmler, con lo cual, Binet podría haber sumado ahí otra H, pero ya tenía suficientes; así que nada más contó con la H del apellido Himmler dejando de lado la H del nombre Heinrich. Así pues, la primera H es la de Heinrich Himmler, uno de los más famosos subordinados de otra H, todavía más conocida, todavía más temida, la H de Hitler que fue el causante de la H más triste de la H de Historia, la H del Holocausto. En fin, para aclararnos, solo vamos una H del título, la primera, la H de Himmler. La H segunda es la de Hirn. Hirn significa cerebro. En alemán, los sustantivos siempre se escriben con mayúsculas, por ello es Hirn aunque sea cerebro. No puede ser hirn porque parecería un verbo, ni puede ser Cerebro porque sería un inolvidable personaje de mi niñez. Si bien en español el cerebro es sustantivo común y por ello se escribe con minúscula, en alemán todos los sustantivos son propios y todos todos todos se escriben con mayúscula. Así bien, la segunda H que no es h sino H es la de Hirn, cerebro. La h tercera es la única minúscula, es la h del verbo conjugado "heissen", nombrar, "Ich heisse Estuve Leyendo" (yo me llamo Estuve Leyendo -bueno, no me llamo así, pero casi-), "Du heisst Lector/Lectora" (tú te llamas lector/lectora), "Er heisst Laurent Binet" Él se llama Laurent Binet. Hasta aquí necesitamos llegar en la conjugación. Es el mismo caso que en el título. La h de heisst es la tercera persona del singular del verbo llamar(se). Ya llevamos tres haches, dos mayúsculas, una minúscula. La H última (finalmente) es la H del protagonista de esta historia, Heydrich, Reinhard Heydrich, que es el subordinado de Himmler... Entonces, el título dice HHhH Himmlers Hirn heisst Heydrich" es decir, el cerebro de Himmler se llama Heydrich. El protagonista, el gran cabrón de esta historia, es Heydrich, el ayudante del ayudante de Hitler.

Pues eso, Reinhard Heydrich es una malísima persona, es un nazi convencido (perdonen la redundancia) y el libro es magnífico. El personaje histórico, Heydrich, fue el encargado del Protektorat de Bohemia-Moravia, es decir, de la actual Chequia. Menuda manera tenían los nazis de nombrarse. Tenemos a Hitler llamándose Führer a sí mismo, Führer es guía, y un dictador no es un guía. Pues bien, lo mismo pasa con el Protektorat, aquello que los nazis hacían en Chequia (y en Eslovaquia y en Austria y en Francia...) no es un protectorado sino una situación total de desprotección. El nazismo es, sencillamente, incomprensible.

El autor, Binet, es un narrador muy peculiar. Mientras narra nos habla de su rol de narrador. Es decir, no se limita a narrar, también comenta su proceso narrativo, sus elecciones para contar un episodio determinado. Constantemente tiene dudas, constantemente quiere explicar cuáles son sus creencias de cómo debe escribirse cuando lo que se está escribiendo es la historia. Se niega en rotundo a escribir una novela histórica realista en la que pretenda saber qué sentía, qué pensaba o qué veía en determinado pasaje determinado personaje histórico. Lo dice en el capítulo 40: "No, no es inventado. Por otra parte, ¿qué interés habría en 'inventar' el nazismo?". Él se limita a los datos que tiene, las declaraciones que se hicieron y lo que se sabe de los episodios que él cuenta. Lo interesante de esto es que esas acotaciones son, en todo momento, parte integral del texto. Por eso es que en la novela se pueden mezclar con el nazismo y el Holocausto temas tan sugerentes como comparaciones con otras novelas, anotaciones de películas o la boda de su cuñada. En este asunto me contentó enormemente encontrar en el capítulo 179 unas reflexiones de Marjane Satrapi (de quien yo ya he hablado por aquí) o unas ironías sobre Michel Houellebecq (quien espera, paciente, turno en mi buró).

HHhH iba a llamarse Operación Antropoide, pero el título fue rechazado por los editores para que nadie creyera que se trataba de una novela de ciencia ficción. Temo que para cualquiera que no sepa nada -pero nada- del Holocausto podría ser ciencia ficción si no se documentara. El Holocausto es así, de tan absurdo parece completamente irreal. No se puede creer que no sea la mera invención exagerada de una sola cabeza. Quizá por eso, la historia parece querer venderlo como tal, como una loquera de un demente chaparro y con bigotín, pero a veces a la historia (y a su vicio simplificador) se le olvida que fueron muchos los hombres que lo siguieron, y que fueron muchos los hombres en su equipo y que la maldad se daba en maceta. En este sentido el libro también es un acierto, cambia el objetivo del análisis para alejarlo, por una vez, de Hitler y lo pone en otro de sus hombres. Así, te muestra que el proyecto proalemán era un mal de muchos que no consolaba a ningún tonto, que por definición no consolaba a nadie. En fin, decía que HHhH iba a llamarse Operación Antropoide y es que Binet, en su peculiar y magnífica manera de narrar, insiste en que él considera que sus protagonistas son tres, son los miembros de la resistencia checa en el exilio que planean un atentado contra Reinhard Heydrich (no hay spoiler, estoy en la primera página), sin embargo, aquí sí me atrevo a dudar. La novela de Laurent tiene dos grandes momentos, si bien la segunda mitad está protagonizada por los valientes cuerpos de la resistencia checa (y eslovaca), yo pienso que en la primera mitad larga de la novela el protagonista es Heydrich, aunque lo odiemos. Luego su figura se va desdibujando para dejar sitio a los otros, a los que mueve el patriotismo; pero eso va ocurriendo después, lentamente, imparablemente. Los tres héroes tienen, además, la peculiaridad de llamarse como los tres que cohabitan conmigo en casa... y aunque esto daría para mucho, me impacta tanto que mejor lo dejaré pasar.

La novelita (si es que a una novela con tremenda temática se le puede dar el diminutivo) tiene 257 capítulos en 391 páginas. Es otro acierto (todos son aciertos aquí), está bien pensado que los capítulos sean cortos, te permite parar constantemente a recuperar el aliento y a tratar de restablecer la piel erizada. En fin, ya estoy deseando releerla, con la primera lectura aprendí muchísimo, dejó el listón muy alto para la segunda vuelta.

martes, 15 de enero de 2013

Puedo explicarlo todo | Xavier Velasco


Me encanta Velasco, me encanta. No se merece menos. Cada frase que escribe logra en mí una sonrisita que va de afuera hacia adentro. Quizá me gusta tanto que lo saboreo de más. Habrá (seguro que hay) quien puede comerse una barra de chocolate en dos mordidas y media y en el transcurso de una canción. Yo como una barra de chocolate de poquito en poquito, cuando el chocolate es bueno. Velasco es buen chocolate, sabe su negocio y lo demuestra escribiendo tremendos bodrios que a mí me conquistan desde el aparador de la librería y que ya desde ese momento sé que voy a comérmelos lentamente, bocadito a bocadito, de tres en tres páginas, literalmente, aunque el libro se haga eterno. La eternidad (si está acompañada de buena literatura) se puede dar el lujo de ser infinita.

Velasco escribe en Puedo explicarlo todo, la monería de setecientas páginas que no se pueden leer rápidamente, punto. Necesitas dedicarle muchísimos ratos, siempre cortitos. Cada poco encuentras una frase que es como la avellana en la barra de chocolate. No se encuentra la avellana para deglutirla ferozmente. Los hay que al encontrar la avellana, la muerden, dejan que su sabor explote y luego la tragan. Yo encuentro la avellana y la dejo en la boca. Pongo en pausa el mundo con mi avellana. Pongo en pausa el mundo con la frase sencillita que de tan atinada me hace querer leerla comenzándola, cada vez, desde una letra distinta. Ya hacia el final del libro empiezas a tomar velocidad de vértigo, pero ese logro es poco menos que aprendido, tienes que estar totalmente inmerso en la prosa de Xavier Velasco para llegar a esto.

Los personajes de Puedo explicarlo todo, me parecen, con mucho, menos míos que los de Diablo guardián. Seis Imeldas no logran una Violetta. Me gustan más las mujeres velasquescas que los hombres, pero en esta novela, quizá mi personaje favorito, el que me acompañará felizmente en el recuerdo cada dos por tres, será Isaías Balboa. Me encanta, es terriblemente patético, pero tiene el candor necesario para considerarse a sí mismo un ejemplo de vida. Conozco patéticos sobrados de sí mismos suficientes como para comprender a Balboa y sentir ternura por él. Es un asco de persona, pero luego, es tan encantador y dice las cosas tan bien dichas que es imposible odiarlo.

Norma Eleuteria, Olga Brunilda, Nubia Eduviges y Nadia Rosenda son hermanas, solo aparecen brevemente en el novelón. Y casi suenan irrisorios los nombres, pero siendo hermanas, viniendo los nombres no de la misma pluma sino de los mismos padres, parece que son perfectamente posibles. Estos nombres que casi no aparecen, son los de las hermanas de la casi antagonista del libro Imelda Fredesvinda, todas llamadas horrorosamente, todas hijas de una Obdulia, como cabría esperar. Es encantador pensar que lo que diferencia a Imelda de Norma, Olga, Nubia y Nadia es que ella sí sabe distinguir la mala vida, la mala vida consiste en quedarse a vender aspirinas y kótex en Chiconcuac (pág502). Las cuatro hermanas aparecen poco, ellas viven de su farmacia morelense... Imelda aparece mucho, ella es la que cambia el curso de la familia Gómez Germán.

El personaje central del libro es Joaquín, pero en Joaquín viven un montón de personajes que parece usar según va queriendo o necesitando. Si Joaquín debe vivir escondido, siempre cabe sacar a pasear a sus alter egos aunque así estos le vayan ganando terreno al de carne y hueso. "La diferencia entre tú y yo, mi querido Joaquín, es que te crees cabrón, por perfecto, y yo me creo perfecto, por cabrón. Lástima que no seas tú perfecto, y yo sí sea cabrón." (pág533) Además, Joaquín tiene la cualidad increíble de dominar el concepto de abrazos de vampiro querendón... también estos abrazos los conozco, solo que no me sabía su nombre de pila.

Me gusta tanto la cadencia de la prosa de Velasco que debo confesar que la última vez que lo vi lo encontré hasta guapo. Y es que para hacer honor a la verdad le tendría que decir lo mismo que el doctor Alcalde le dice a su maestro: "Viejo cabrón, me encariñé contigo".

Que siga escribiendo Velasco, que escriba mucho. Sobra decir esto, pues cuando escribe, siempre escribe en dosis de verborrea inacabable. Yo lo seguiré disfrutando, aunque mientras lo lea sepa que el mundo sigue corriendo y que yo, parada frente al anaquel de la librería en la que se exhibe cada nueva novela, estoy, queriéndolo o sin quererlo, comprometiendo las noches de los siguientes cien días.