viernes, 14 de octubre de 2011

Persépolis | Marjane Satrapi


Estupenda. Disfruté muchísimo esta lectura. Amena, divertida, educativa... No sé por qué la leí hasta ahora.

Marjane Satrapi escribe y dibuja su propia vida abarcando el periodo de los diez a los veinticuatro años. Esto se vuelve especialmente interesante considerando que Satrapi es iraní y vivió la guerra inacabable (o el inacabable periodo de guerras yuxtapuestas) en que ha estado metido su país durante esos años. La llegada del velo obligatorio, la victoria de la revolución, la desilusión de la victoria, la teocracia, las prohibiciones de alcohol, maquillaje y música occidental, los bombardeos de Iraq, la aparición de las barbas como símbolo del poder de los guardianes del orden... y enfrentándose a todas estas realidades, la violación de las normas en la casa propia y en pequeños grupos sociales, símbolo de resistencia de un país oprimido una y otra vez.

El libro en español está presentado como Persépolis, su edición en inglés, en cambio, aparece como The complete Persepolis, mejor título, dado que en realidad el que yo leí es la unión de los cuatro libros que comprenden la serie. El primero, el segundo y el cuarto se desarrollan en Teherán, el tercero ocurre en Viena. Cuatro libros diferentes, cuatro edades diferentes, una misma protagonista, Marjane Satrapi, dispuesta a reírse de sí misma mientras le presenta al mundo la realidad de su país. Un estupendo ejercicio de autoficción. Me encantó.

martes, 11 de octubre de 2011

Pobre patria mía | Pedro Ángel Palou


El día que presenté mi examen profesional en la universidad, una amiga me regaló un librito; uno que yo nunca hubiera comprado, pero como siempre que me regalan un librito, me dispuse a leerlo y disfrutarlo en la medida en la que pudiera leerlo y disfrutarlo. El libro era Memoria de los días y el autor Pedro Ángel Palou. Lo leí y no lo disfruté. Lo único que recuerdo de mi lectura de aquel libro es a mí misma, dentro de un auto apagado, con la luz del conductor encendida, esperando. Yo, matando la espera con el libro en las manos y muriéndome de aburrimiento, temo que más por lo que leía que por lo que esperaba... El libro me pareció malísimo y hoy en día no recuerdo nada de él, solo ese breve momento de mi desesperación, del auto apagado, de la espera y de la lectura a disgusto. No mucho tiempo después, la misma amiga que me lo regaló me lo pidió prestado para releerlo por lo mucho que le había gustado, yo se lo presté y pensé que nunca lo había devuelto, tan poco era mi interés; pero hace unos días me sorprendió verlo de vuelta en mi librero. No sé cuándo lo devolvió, no tengo guardada esa información, sin duda lo referente a ese libro lo tengo un poco bloqueado...

Pasados seis años de mi examen profesional, llegó a mis manos (con motivo del famoso bicentenario) la novela Pobre patria mía del mismo autor. Fue un préstamo bienintencionado de un simpatizante de Porfirio Díaz que me invitaba a leer a Díaz mediado por la prosa de Palou. Agradecí enormemente y archivé malamente. Pasó el año, llegó el bicentenario más uno y como era septiembre y septiembre es mes de la patria y a la patria hay que quererla y honrarla y hasta dedicarle, de vez en cuando, contadas horas de lectura, busqué el libro y sí, vivan los héroes que nos dieron patria, lo empecé a leer.

El bajo título dice La novela de Porfirio Díaz, ese es el primer gran fallo del libro, que no me parece la novela de Porfirio Díaz, sino una novela de Porfirio Díaz. El cambio del artículo determinado por un indeterminado le quitaría pretensión y el descalabro sería menor.

Pobre patria mía es la crónica de la vida de Porfirio Díaz desde su exilio, el 31 de mayo de 1911, hasta su muerte, el 2 de julio de 1915. Para mi mayor sorpresa, a pesar de su autor, la novela es buena. Buena con bemoles, pues le sobran un prólogo insoportable y un epílogo insoportable. El prólogo es un insufrible golpeteo de pecho de Porfirio Díaz: "Soy un fantasma de piedra, una roca invisible, aunque maciza. Estoy hecho de cantera verde. De la tierra que forma los montes de Oaxaca" y tres páginas más de pesadeces así. El epílogo creo que es peor, pues ya habiendo el autor contado todo lo que quería contar y sabiendo que llegaste hasta el final, se da el gusto de ser aun más insufrible. Ya lo leíste, ya no tiene nada que perder y por eso regala cuatro páginas del siguiente tono: "Yo, el olvidado, no he podido olvidar. Aquí sigo, deambulando, atado a la memoria, como un lastre que no me deja ir, escapar del todo. Soy prisionero de mis recuerdos". Sí, sabe que a estas alturas el lector es prisionero de su narrativa y que esta es como un lastre que no lo deja ir, escapar del todo.

Mi mayor duda surge de cuestionarme la necesidad de incluir estas dos partes en un libro que estaba aceptablemente bueno sin ellas. ¿Qué tentación no pudo resistir Palou? Ya estaba sumamente elogiada la memoria del dictador... no había necesidad de oír sus lamentos ni sus buenas intenciones. Tampoco puede ser que sintiera un deseo irrefrenable de hacer hablar al Pepito Grillo que vivía dentro de la conciencia de Díaz, pues las 160 páginas que hay de medio entre prólogo y epílogo las narra Díaz. Le dio voz a Díaz y lo hizo con bastante éxito, ¿qué falta hacían los discursos justificantes? Ay, si algún día conozco a Palou se lo preguntaré...

Me gusta de la narración el personaje de Carmelita (su esposa muchísimos años menor que él), su absoluta entrega a Díaz y su absoluta inconsciencia la mitad de las veces. Me encantó el pasaje de los dos viajando por Egipto (lo único que sucede fuera de Europa) y Porfirio sufriendo la juventud de Carmelita y sus ganas de paseo y turismo, él ya no está para esos trotes y solo quiere quedarse en su habitación. Me gustan también las menciones a sus otras dos mujeres: Petrona, la india oaxaqueña, y Delfina, la que vio morir a casi todos sus hijos al nacer. Me gusta lo poco que vemos de sus hijos. Me gusta la no tan velada lección de historia que nos propone el libro.

Es un libro solo para septiembre, solo para los días patrios, pero en septiembre y en días patrios sí lo recomiendo, muy a pesar del bodrio-prólogo y del bodrio-epílogo, por otra parte, prescindibles para el entendimiento de la novela.

sábado, 8 de octubre de 2011

El mundo sin las personas que lo afean y lo arruinan | Patricio Pron


Es un libro de cuentos. Cuando se está hablando de un libro de cuentos todo se ve distinto, todo se hace distinto, el acercamiento al libro es forzosamente distinto. El ejercicio de lectura es otro que el de la novela: encaríñate con un personaje, entiende a un personaje, convive con un personaje y luego déjalo ir, son muy pocas páginas para enamorarte. Es lo grato en lo efímero. Leer un libro de cuentos es bueno de vez en cuando. Más allá del debate cien veces comenzado, nunca terminado, de si el cuento es o no un género menor dentro de la literatura, lo que yo tengo claro es que tu relación con el libro que lees se vuelve más laxa y yo lo disfruto muchísimo.

Cuando leo libros de cuentos me doy el gustito de leer en desorden. Empiezo por donde se empieza, pero luego me voy dejando llevar por los títulos que más me gustan. También leo a placer dependiendo del tiempo con el que sé que cuento, ahora puedo el de dieciocho páginas, ahora el de siete, mañana a la una podré el de veinticinco... Por eso otorgo un nuevo orden al libro y también eso me gusta. Lo malo es que voy dejando siempre para el final el cuento que menos me conquista en los preliminares, entonces además de ser ese el último que leo, también es en el que más demoro. En este caso fue "Es el realismo".

El mundo sin las personas que lo afean y lo arruinan se compone de diecisiete cuentos y una "Contribución breve a un diccionario biográfico del expresionismo". El más largo de los cuentos es de 34 páginas, los más cortos son de seis páginas y son cuatro. Entre estos últimos está el que da nombre al volumen de cuentos. El libro de Patricio Pron (de título inmejorable) es muy bueno, el argentino sabe escribir. Me gustaron mucho: "Las ideas", "El viaje", "Tu madre bajo la nevada sin mirar atrás", "El mecanismo de la historia", "Los peces y las montañas". Me gustaron excepcionalmente: "Abejas" y "El corte". Este último es, creo, mi favorito; es también el cuento que cierra el libro. Los demás me parecen entre aceptables y buenos, exceptuando aquí el pretencioso "Dos huérfanos" que es malo y cursi. Me confunde un poco que no se haya decidido entre publicar "Es el realismo" y "El estatuto particular" pues me parecen el mismo cuento contado dos veces. Finalmente, para aquellos que no son investigadores interesados en el expresionismo alemán, propongo que sin miramientos ni reproches se salten la "Contribución breve..." que contribuye mucho pero que no es tan breve y rompe con la cadencia de los cuentos. En definitiva, me apetece seguir leyendo a Pron.

No me gusta citar lo que dice en las contraportadas de los libros, creo que es el quehacer habitual del crítico farsante que no lee lo que critica... pero pido permiso y perdón, pues esta vez -y por razones muy personales- estoy a punto de hacerlo:
"Uno no termina con la nariz rota por escribir mal; al contrario, escribimos porque nos hemos roto la nariz y no tenemos ningún lugar al que ir", afirmó Anton Chéjov en cierta ocasión. En otra parte, sobre la génesis de El mundo sin las personas que lo afean y lo arruinan, Patricio Pron sostuvo: "Allí, en Alemania, yo tenía la nariz rota y ningún lugar al que ir."

Yo no tuve la nariz rota y tenía muchos lugares a los cuales ir y a los cuales volver, pero los años que viví en Alemania viví esos inviernos demoledores que te dejan, como a Chéjov y a Pron, con una pluma en una mano y una libreta en el regazo... Ese frío terrible lleno de blanco y de silencio se lee constantemente en los cuentos de este libro y es un frío que, en la inmejorable calidez de mi casa, me gustó revivir.

Nacido en 75, Patricio Pron es uno de los ocho escritores argentinos de la lista de Granta. Creo que Pron da para mucho.