martes, 11 de octubre de 2011
Pobre patria mía | Pedro Ángel Palou
El día que presenté mi examen profesional en la universidad, una amiga me regaló un librito; uno que yo nunca hubiera comprado, pero como siempre que me regalan un librito, me dispuse a leerlo y disfrutarlo en la medida en la que pudiera leerlo y disfrutarlo. El libro era Memoria de los días y el autor Pedro Ángel Palou. Lo leí y no lo disfruté. Lo único que recuerdo de mi lectura de aquel libro es a mí misma, dentro de un auto apagado, con la luz del conductor encendida, esperando. Yo, matando la espera con el libro en las manos y muriéndome de aburrimiento, temo que más por lo que leía que por lo que esperaba... El libro me pareció malísimo y hoy en día no recuerdo nada de él, solo ese breve momento de mi desesperación, del auto apagado, de la espera y de la lectura a disgusto. No mucho tiempo después, la misma amiga que me lo regaló me lo pidió prestado para releerlo por lo mucho que le había gustado, yo se lo presté y pensé que nunca lo había devuelto, tan poco era mi interés; pero hace unos días me sorprendió verlo de vuelta en mi librero. No sé cuándo lo devolvió, no tengo guardada esa información, sin duda lo referente a ese libro lo tengo un poco bloqueado...
Pasados seis años de mi examen profesional, llegó a mis manos (con motivo del famoso bicentenario) la novela Pobre patria mía del mismo autor. Fue un préstamo bienintencionado de un simpatizante de Porfirio Díaz que me invitaba a leer a Díaz mediado por la prosa de Palou. Agradecí enormemente y archivé malamente. Pasó el año, llegó el bicentenario más uno y como era septiembre y septiembre es mes de la patria y a la patria hay que quererla y honrarla y hasta dedicarle, de vez en cuando, contadas horas de lectura, busqué el libro y sí, vivan los héroes que nos dieron patria, lo empecé a leer.
El bajo título dice La novela de Porfirio Díaz, ese es el primer gran fallo del libro, que no me parece la novela de Porfirio Díaz, sino una novela de Porfirio Díaz. El cambio del artículo determinado por un indeterminado le quitaría pretensión y el descalabro sería menor.
Pobre patria mía es la crónica de la vida de Porfirio Díaz desde su exilio, el 31 de mayo de 1911, hasta su muerte, el 2 de julio de 1915. Para mi mayor sorpresa, a pesar de su autor, la novela es buena. Buena con bemoles, pues le sobran un prólogo insoportable y un epílogo insoportable. El prólogo es un insufrible golpeteo de pecho de Porfirio Díaz: "Soy un fantasma de piedra, una roca invisible, aunque maciza. Estoy hecho de cantera verde. De la tierra que forma los montes de Oaxaca" y tres páginas más de pesadeces así. El epílogo creo que es peor, pues ya habiendo el autor contado todo lo que quería contar y sabiendo que llegaste hasta el final, se da el gusto de ser aun más insufrible. Ya lo leíste, ya no tiene nada que perder y por eso regala cuatro páginas del siguiente tono: "Yo, el olvidado, no he podido olvidar. Aquí sigo, deambulando, atado a la memoria, como un lastre que no me deja ir, escapar del todo. Soy prisionero de mis recuerdos". Sí, sabe que a estas alturas el lector es prisionero de su narrativa y que esta es como un lastre que no lo deja ir, escapar del todo.
Mi mayor duda surge de cuestionarme la necesidad de incluir estas dos partes en un libro que estaba aceptablemente bueno sin ellas. ¿Qué tentación no pudo resistir Palou? Ya estaba sumamente elogiada la memoria del dictador... no había necesidad de oír sus lamentos ni sus buenas intenciones. Tampoco puede ser que sintiera un deseo irrefrenable de hacer hablar al Pepito Grillo que vivía dentro de la conciencia de Díaz, pues las 160 páginas que hay de medio entre prólogo y epílogo las narra Díaz. Le dio voz a Díaz y lo hizo con bastante éxito, ¿qué falta hacían los discursos justificantes? Ay, si algún día conozco a Palou se lo preguntaré...
Me gusta de la narración el personaje de Carmelita (su esposa muchísimos años menor que él), su absoluta entrega a Díaz y su absoluta inconsciencia la mitad de las veces. Me encantó el pasaje de los dos viajando por Egipto (lo único que sucede fuera de Europa) y Porfirio sufriendo la juventud de Carmelita y sus ganas de paseo y turismo, él ya no está para esos trotes y solo quiere quedarse en su habitación. Me gustan también las menciones a sus otras dos mujeres: Petrona, la india oaxaqueña, y Delfina, la que vio morir a casi todos sus hijos al nacer. Me gusta lo poco que vemos de sus hijos. Me gusta la no tan velada lección de historia que nos propone el libro.
Es un libro solo para septiembre, solo para los días patrios, pero en septiembre y en días patrios sí lo recomiendo, muy a pesar del bodrio-prólogo y del bodrio-epílogo, por otra parte, prescindibles para el entendimiento de la novela.
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