lunes, 1 de agosto de 2011
Diablo Guardián | Xavier Velasco
Muchísimo por decir... casi todo lo dejaré por el camino. No por falta de ganas ni por falta de tiempo, sino por hacer un ejercicio de congruencia. Considero que el libro de Velasco es una maravilla, pero me parece que le sobran cien o ciento cincuenta páginas a la mitad del texto. En eso consiste mi ejercicio de congruencia, en evitar el palabrerío que evitó evitar Xavier Velasco. Vayamos por partes.
Uno de mis maestros de la universidad insistía que el Quijote era uno de los libros más citados y menos leídos de la literatura en nuestro idioma. Siempre he creído fielmente esa tesis. Yo una vez me arranqué con fuerza para devorarlo y ser de la minoría que sí lo había leído. Ávida de buena literatura vieja llegué al capítulo treinta y ocho del libro primero y me enamoré del capítulo. Me detuve para reflexionar mi enamoramiento por un capítulo de un libro clásico... El libro quedó interrumpido y años después sigue en el mismo estado. No volví, no me dio la gana y acepté que mis probabilidades de seguir siendo de la mayoría (no lectora) del Quijote se habían de mantener. Ahora guardo un enorme cariño por ese capítulo que interrumpió (no sé si para siempre) la lectura de la novela.
Cuando comencé con Diablo Guardián también tuve una interrupción (viaje súbito, libro de aeropuerto, Pig y Violetta descansando en mi casa vacía, en mi buró paciente) y ese cambio brusco de lectura mantuvo al Diablo Guardián muy cerca de sufrir el fenómeno Quijote: la feliz interrupción. No se me malinterprete, interrumpo libros y los retomo constantemente, pero en este caso retomar el libro me costó unos días, muchos días, de preparación. En el primer momento en que me sentí curiosa por saber cómo seguía, salí volando para buscar la página, exprimir la memoria y reencontrarme con los personajes. La cuestión es que ese primer momento tardó en llegar, tardó tanto que yo ya casi casi le daba carpetazo, pero cuando el momento llegó, lo aproveché. Si hubo una seria posibilidad de dejar Diablo Guardián creo que se debe al fenómeno lagunar que pasa en el libro. Y es que el libro es una gozada. La novela empieza estupendamente bien, sigue así por muchísimas páginas y luego entra en una laguna que es muy larga, muy larga, muy larguísima... si sales de la laguna ya estás limpio, seco y fresco y no cuesta ningún trabajo leer de un tirón las últimas doscientas páginas, se van como agua. El problema son las doscientas páginas enlagunadas.
Sin embargo el libro es bueno, muy largo y muy bueno. Una de las características más lindas del libro es que casi podría citarse a ciegas, me explico, abrir el libro en cualquier tramo, posar los ojos en cualquier punto y leer; la cita, sin duda, sería memorable. El libro es un enorme compendio de frases memorables, algunas que llevan a la risa, otras al enojo, casi todas te llevan, con frenesí, al deseo de leer la siguiente frase. Está bien escrito. Es un libro que aun leyéndolo en silencio, se lee a gritos. Es una novela estruendosa.
Rosalba Rosas Valdivia muere para dejar nacer a Violetta Schmidt. Un personaje inolvidable, una quinceañera, dieciseisañera, diecisieteañera, dieciochoañera, diecinueveañera, veinteañera que no putea ni golfea, sino que bitchea con eventuales mariditos maduritos. Es una transgresora que, a veces, se muere de miedo. Sus aventuras empiezan cuando roba ciento catorce mil seiscientos noventa dólares en unas circunstancias muy peculiares. Violetta R. Schmidt Rosas-Valdivia fue una buena compañía en este julio.
Diablo Guardián ganó el premio Alfaguara de Novela en 2003. Yo estaba fuera de mi casa cuando me enteré que un mexicano lo había ganado. Recuerdo su cara y su torpe entrevista; también recuerdo lo que pensé en ese momento: "Seguro es mejor escritor que orador" en esto tuve muchísima muchísima razón. Hace poco lo oí con una periodista hablando de su última novela (que espera paciente su turno de ser leída). En esta segunda entrevista (ocho años después) ya era otro, era uno nuevo; fue, además, un estupendo orador.
Gracias a mi querida hermana mayor por regalarme el libro. Leer la vida de Violetta de los 15 a los 20 es una estupenda manera de celebrar los 30.
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